Fragmento de 'La Adoración de los Reyes Magos', retablo pintado al temple sobre madera, realizado por el pintor Gentile da Fabriano, para la Capella Strozzi en la Iglesia de Santa Trinità (Florencia). Desde el 1919 se encuentra en la Galeria de los Uffizi, mide 303 cm de largo por 282 de alto, (incluido el marco). Es de estilo Gótico Internacional tardío y se realiza por encargo de Palla Strozzi, banquero enemigo de los Medicis. Responde a los usos y gustos de la escuela florentina del siglo XV y como particularidad viste a los personajes en las diferentes escenas al modo lujoso y caballeresco europeo representando perros de caza y halcones como símbolo de poder.
En aquel tiempo cercano al nacimiento de Jesús, el hijo unigénito de Dios, los más
grandes magos eran formados en Alejandría, el puerto del misterioso Egipto. Todos
los saberes se acumulaban allí, desde su gran Biblioteca famosa en el Mundo conocido
hasta los magos.
Los magos egipcios no eran vocacionales, eran grandes funcionarios en su mayoría
bien pagados amantes del lujo, escogidos por ascendencia familiar o por el sacerdote
que observaba a un infante inteligente y moldeable por la “Casa de la Vida” vinculada
al Templo del dios Heka Los magos abandonaban a la familia desde la infancia, vivían
encerrados, casi aislados de todo contacto con la vida cotidiana. Su sabiduría abarcaba
todo el saber de la época e iban desde textos mágicos a cotidianos como el interpretar
las estrellas a cazar las diversas especies, a cultivar la tierra, criar animales
o abatir a los demonios.
Los iniciados no podían desvelar ninguno de estos saberes ni secretos, juraban voto
de silencio, y si se rompía ello conllevaba la muerte, bajo una dolorosa tortura
y la condena a no disfrutar del descanso del alma por toda la eternidad. Al frente
de todos los iniciados se emplazaba un personaje que era conocido como Hery-Shesetaen-Per-Anj,
o lo que es lo mismo, el “Señor de los Secretos de la Casa de la Vida” que conocía
todos los secretos y no desvelaba todos ellos pues era su guardián.
No todos los iniciados llegaban a convertirse en verdaderos magos de sus cultos,
sólo los elegidos por el Hery, por el Señor, al que los dioses revelaban que humanos
elegidos podían disfrutar de estos divinos dones.
Allí también estudiaban magos de todas partes del mundo de las familias aristocráticas
de los tres continentes conocidos, en tanto en cuanto les autorizase el “Señor de
los Secretos” y así estudiaron los tres protagonistas de este relato Melchor, de
blancos cabellos, ojos azules, piel lechosa y atusados bigotes, Rey de la lejana
Tartessos (en la provincia romana de Hispania), que representa la ancianidad y la
sabiduría, Gaspar el de cabello negro, recortadas barbas y tez de color trigo, de
mediana edad y penetrantes ojos, Rey de un país en Persia, el Asia Menor, que representa
la edad mediana, con su fuerza, audacia y virilidad y por último Baltasar el africano,
joven lampiño, de poderosa musculatura de negro ébano, que representa la impetuosidad
y el valor, reinante en la lejana Somalia.
Los tres fueron alumnos privilegiados, por su noble sangre y por su clara inteligencia,
del “Señor de los Secretos”. El Hery era delgado de piel color pergamino, cabeza
afeitada y delgado en extremo, ojos brillantes, pequeños, nariz aguileña y rostro
y manos huesudas…era un muerto viviente, descarnado, cubierto sólo en sus vergüenzas
por un blanco paño de fino lino; nadie podía adivinar su edad, pero decían que contaba
con más de 300 años, se pasaba la mañana enseñando en la escuela del Templo y la
tarde estudiando, escribiendo o con sus perros de caza. Sus perros eran famosos
en todo Egipto, eran descendientes de los lebreles del faraón Ramses II y de los
Vertades de Escipión el Africano, y de esos cruces guardados en secreto nacieron
esos perros agalgados famosos en Egipto por sus dotes venatorias.
Una fría mañana de diciembre, arrivaron a su antigua escuela los tres magos con
sus pequeños séquitos y solicitaron ver a su maestro cada uno por separado. El Hery
les hizo entrar juntos en sus dependencias, sencillas, organizadas en torno a un
estanque lleno de peces de bellos colores y les hizo sentar a su alrededor y, tras
besar su mano en señal de respeto, el “Hery” habló y les dijo:
“Hijos míos, grande es la alegría de vuestro maestro al veros de nuevo, os esperaba.
Vuestras inquietudes son ciertas, debéis seguir la Estrella de luz con cola, pues
ella os llevará a contemplar al Hijo de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo
a la vez, es el Dios único y verdadero que va a nacer para que los pecados de los
hombres sean redimidos ante el Padre. Mi búsqueda ha terminado, siento una gran
paz y gran tranquilidad.”
Melchor como el más mayor del grupo se dirigió al Hery y le dijo: “Nos acompañaréis
maestro?”
El Hery le respondió “No mi buen Melchor, mi búsqueda ha terminado, el día que yo
por vuestros ojos vea al Rey de Reyes mi alma abandonará mi cuerpo, sólo tengo una
preocupación y son ellos” señaló a tres bellos galgos uno de pelo duro, otro de
pelo largo y otro de pelo fino “que va a ser de ellos, de mis hijos del viento que
atesoran en su sangre las más veloces que en perro conoció el hombre”.
“No os preocupéis maestro” dijo Gaspar “Cada uno de nosotros cuidará a uno de ellos”.
Y así partieron los tres magos, tras despedirse respetuosamente de su Hery, hasta
Jerusalem para desde allí seguir a una estrella que les llevaría hasta Jesús, acompañados
por los tres perros.
Duras fueron las 12 jornadas entre montañas y valles, entre fríos y vientos del
desolado territorio de una ruta de casi 800 km que separaban Alejandría de Jerusalem.
Los Reyes asistidos de sus pajes portaban sus impedimentas en dromedarios y montaban
en un caballo (Melchor), un camello (Gaspar) y un dromedario (Baltasar) e hicieron
gran amistad en el camino pues les unía la sabiduría de su escuela, el amor de su
Hery y la revelación de Dios y la estrella de larga cola.
Al entrar en Jerusalem a fin de pedir autorización a las autoridades romanas para
poder transitar por esos territorios, el exótico aunque pequeño séquito llamó la
atención de los espías del cruel Herodes el Grande, ( también llamado Hordós el
Basileo, nombrado rey por el senado de Roma, el odiado medio edonita medio nabateo,
que mandó matar a su oponente y acabó con la dinastía de los Antígonos) y al enterarse
que eran sus pares invitó a los Reyes a cenar y a hospedarse en su castillo.
Allí les agasajó y les preguntó, al solicitarles cuál era el asunto que les llevaba
a Jerusalem, el joven Baltasar le contó todo lo que yo ya os he relatado, poniendo
énfasis en que iba a nacer el Rey de Reyes. Herodes, magnicida por naturaleza y
ya anciano, pensó no en la divinidad sino en el que un joven iba a destronarle y
les solicitó que una vez se enterasen el lugar exacto donde se alojaba el príncipe
que iba a nacer se lo comunicasen para él, personalmente, rendirle pleitesía.
Mientras hablaba su mirada torva se tronaba cetrina… siguió hablando y bebiendo
y considerando Melchor que llegaba la hora de retirarse cada cual a sus aposentos,
ofreció unas bellas pulseras de oro a Herodes como presente, Gaspar le imitó con
una pechera de fina plata incrustada de gemas y Baltasar con una saca de preciosas
perlas….Herodes no mostró interés por ellas, pero sí por los perros, y le explicaron
que no podían ofrecérselos como presente pues eran un recuerdo de su maestro, insistió
el tirano y al ir a tocar a uno de ellos el animal le respondió con un intento de
morderle y los otros con sonoros ladridos.
Herodes indignado y murmurando por bajo, se retiró y los magos hicieron lo propio
para seguir hasta Belén.
Arreciaba el viento frío, que traía pequeños cortantes cristales de nieve….la estrella
con cola se detuvo sobre un portal o cuadra humilde excavada sobre una roca y allí
bajo aquella luz, adorado por pastores y calentado por el aliento de una mula y
un buey estaba el hijo de Dios, junto a su bella y demacrada Madre, nuestra Madre
y Señora y nuestro Padre el casto José. Le adoraron bajo aquella Divina Luz y los
tres Reyes, representantes del mundo conocido, de los tres continentes (Europa,
Asia y África) y de los tres estadios del hombre (vejez, madurez y la juventud)
notaron como al mirarle, el alma de su Hery subía al Cielo…
Le ofrecieron Oro, por las riquezas de su condición de Rey, incienso por su Divinidad
y Mirra para recordarle que era mortal.
Se dirigieron respetuosamente a San José para saber que necesitaban y el santo de
la vara florida les pidió algo de comer de sustancia para su esposa, la descendiente
directa del Rey David, pues estaba débil y los pastores trajeron leche y queso y
algo de pan.
Salió Gaspar con los perros y cazaron una gacela que fue pertinentemente asada por
los pajes y compartida con la Sagrada Familia.
Acamparon esa noche en las cercanías del Portal y se despertaron sobresaltados.
Los tres magos tuvieron el mismo sueño…un ángel les pedía no revelar el lugar de
nacimiento del Mesías.
Lo comunicaron a San José, advirtiéndole del peligro. Él les agradeció el gesto
y les dijo que esperarían a que Dios les señalase el momento de partir bendiciéndoles
a ellos deseándoles larga vida y estirpe e igualmente a sus fieles galgos.
Así a la mañana siguiente los magos encargaron a su séquito que vendiesen sus cabalgaduras
y pertenencias y que comprasen ropas vulgares y unos burros. Así se disfrazaron
y despidieron y cada uno partió desde Belén hacia sus tierras portando un corazón
lleno de alegría, esperanza y fe, algunas provisiones y un perro galgo para ayudarles
a comer algo de la carne que cazaban.
Hacia el Oeste partió Melchor con su galgo de pelo duro e hirsuto y de él descienden
todos los galgos de pelo duro y pelo corto de Europa, los Españoles, los Whippets,
los Irish Wolfhound, los Escoceses, los Greyhound etc. siendo el padrillo universal
de ellos. Hacia el Este partió Gaspar con su galgo de pelo largo y de él descienden
todos los galgos de pelo largo como los Caravan hound, los Salukis, los Afganos
y los Borzöis etc. Hacia el Sur, el profundo Sur partió Baltasar y de su perro nacieron
todos los galgos de pelo fino, los Azawak, los Sloughis etc. etc.
Y por ello en otros continentes no hay galgos y su descendencia y estirpe de galgos
Europeos, Asiáticos y Africanos fue tan grande, pues ellos con sus ojos, aquellos
tres primeros hijos del viento vieron al Hijo de Dios y fueron bendecidos por el
propio San José.
Rafael Fernández de Zafra